La evolución nos preparó para protegernos cada vez que sentimos una amenaza. En nuestro contexto moderno, no luchamos ni huimos como un conejo de un zorro, pero nuestro impulso básico para protegernos es automático e inconsciente.
Reacciones de miedo y huida
Tenemos dos amígdalas, una a cada lado del cerebro, detrás de los ojos y los nervios ópticos. una especie de «detector de humo» del cerebro. Se encargan de detectar el miedo y preparar nuestro cuerpo para una respuesta de emergencia.
Cuando percibimos una amenaza, la amígdala hace sonar una alarma y libera una cascada de sustancias químicas en el cuerpo. Las hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol inundan nuestro sistema, preparándonos inmediatamente para luchar o huir. Notamos cambios inmediatos como un aumento de la frecuencia cardíaca o palmas sudorosas. Nuestra respiración se vuelve más superficial y rápida a medida que tomamos más oxígeno, preparándonos para correr si es necesario.
Se ha descubierto que las neuronas vinculadas al miedo que se identificaron en la amígdala central no envían mensajes directamente a la parte del cerebro que se cree que recibe información relacionada con el miedo desde la amígdala central. Esta parte del cerebro, la sustancia gris periacueductal (PAG), se encuentra en el tronco encefálico y desempeña un papel en la respuesta al dolor, el estrés y las amenazas externas.
Un elemento central de la reacción de estrés agudo es la valoración que hace la persona de que un estímulo concreto es amenazante. Implica dos procesos distintos: la valoración primaria, que determina el nivel de amenaza, y la valoración secundaria, que determina un método adecuado de afrontarlo. Este proceso es muy rápido y parece preceder al procesamiento del pensamiento consciente en el córtex del cerebro. Este hecho es claramente ventajoso en situaciones en las que se requiere una acción inmediata, pero puede inducir una reacción patológica de estrés agudo.
Si perciben su situación como amenazante, los seres humanos aplicarán involuntariamente alguna forma de afrontamiento emocional homeostático inconsciente (para aliviar el estrés) o un mecanismo de defensa consciente. Esto puede adoptar la forma de intentar solucionar el problema. Es un método totalmente apropiado, que emplean la mayoría de los pilotos en la mayoría de las situaciones. Sin embargo, si no hay una solución inmediata, o la situación se considera abrumadora, existe la posibilidad de que se emplee algún tipo de mecanismo centrado en las emociones y puede incluir elementos como evitarlo, negación, autoengaño o la distorsión de la realidad.
Estos mecanismos para afrontar la situación pueden tener graves efectos en el procesamiento constructivo de la información, la resolución de problemas y la toma de decisiones. En el contexto de la aviación, esto es muy problemático en situaciones críticas.
- La amígdala coordina respuestas defensivas
- Sistema Nervioso autónomo
- Pone en marcha el sistema simpático (Control cardíaco, taquicardia)
- Las pupilas se dilatan, los bronquios se abren y la respiración se acelera.
- La sangre distribuye glucosa a los músculos mientras que los órganos que no son necesarios en una situación de este tipo, como el estómago o los intestinos, reducen su actividad.
- El hipocampo y la corteza prefrontal traen el análisis racional, ayudando al cerebro a interpretar la amenaza.
- Corteza prefrontal ventromedial + hipocampo aportan información contextual.
Vamos a un ejemplo cotidiano de la vida.
Imagínate que estás caminando de vuelta tu casa, cerca de medianoche, en cualquier ciudad en la que aún se pueda caminar de vuelta a casa en la noche. De manera repentina advertís que alguien te sigue persistentemente, bastante cerca. Lo que sucede, hablando sencillamente de acuerdo a lo que vimos en el párrafo anterior, es lo siguiente: Tu cerebro detecta la amenaza, elabora varias opciones de respuesta, selecciona una, actúa según ella y reduce o elimina por completo el riesgo.
Los rápidos cambios en los sistemas del cuerpo son el resultado de la activación del sistema nervioso simpático que es el que pulsa la tecla «lucha/huida». Los aspectos neurales y químicos de la respuesta cerebral modifican profundamente el modo como operan tejidos y sistemas completos de órganos. El ritmo metabólico y la energía disponible en el organismo se alteran y también el alistamiento del sistema inmunológico; el perfil bioquímico global del organismo fluctúa muy rápido; se contraen los músculos esqueléticos que permiten mover la cabeza, tronco y extremidades; el cerebro recibe señales que le informan estos cambios, algunas por vía neural, otras por vías químicas en el torrente sanguíneo, de manera que el estado cambiante del cuerpo propiamente tal —que se ha modificado segundo a segundo— afecte neural y químicamente al sistema nervioso central en distintos sitios.
El resultado neto de la detección de peligro por parte del cerebro (o de cualquier situación que provoque una excitación similar) es una profunda desviación de lo habitual en ciertos sectores del organismo, cambios «locales» y en el organismo total, cambios «globales». Lo más importante es que los cambios se verifican tanto en el cuerpo propiamente como en el cerebro, permítanme esta distinción entre cuerpo y cerebro a los fines del entendimiento.
La amígdala, el lugar donde se realiza la valoración inicial de la amenaza, activa y también cierra inmediatamente la vía neural a nuestra corteza prefrontal. La toma de decisiones compleja desaparece, al igual que nuestro acceso a múltiples perspectivas. A medida que nuestra atención se estrecha, nos encontramos atrapados en la única perspectiva que nos hace sentir más seguros: «Yo tengo razón y tú estás equivocado», aunque normalmente vemos más perspectivas. La región de la amígdala del cerebro, esta asociada a la memoria emocional del miedo.
Volvamos al ejemplo de tu caminata de medianoche. Tu cerebro detecta una amenaza —la persona que te sigue— e inicia varias series complicadas de reacciones químicas y neurales. Algunas líneas de este guion interno están escritas en el cuerpo y otras en el cerebro. Sin embargo no eres capaz de diferenciar exactamente lo que sucede en tu cerebro de lo que acontece con tu cuerpo, aun si fueras experto en la neurofisiología y neuroendocrinología. Te haces cargo de que estás en peligro; que ahora estás bastante alarmado y acaso deberías caminar más rápido, de que estás casi corriendo y que por fin esperas estar o estás finalmente fuera de peligro.
La avalancha de hormonas del estrés crea otras sensaciones como un temblor en nuestro plexo solar, extremidades o voz. Podemos notar que el calor enrojece nuestra cara, nuestra garganta se contrae o la parte posterior de nuestro cuello se aprieta y la mandíbula se contrae. Estamos en las garras de un conjunto de respuestas fisiológicas altamente eficientes, pero prehistóricas. Estas sensaciones no son exactamente agradables, no están destinadas a la relajación. Están diseñados para movernos a la acción.
Muchas decisiones deben tomarse bajo estrés, y muchas situaciones de decisión provocan respuestas de estrés por sí mismas. Por lo tanto, el estrés y la toma de decisiones están íntimamente conectados, no solo a nivel conductual, sino también a nivel neuronal, es decir, las regiones del cerebro que subyacen intactas a la toma de decisiones son regiones sensibles a los cambios inducidos por el estrés.
Una respuesta de sobresalto ocurre cuando al cerebro se le presenta una situación que abruma los recursos cognitivos disponibles necesarios para manejar o mitigar la situación de manera efectiva. Cuando se presenta una situación inusual o de emergencia, el piloto generalmente estará limitado en su respuesta, y la respuesta tiende a caer en patrones que la persona ha visto antes y estará sujeto a varios sesgos de comportamiento en la toma de decisiones, siempre volvemos al tema de los sesgos.
Paralizado por el miedo
Las reacciones de estrés agudo son comunes durante las distintas emergencias que se nos pueden presentar en la vida. Sólo hay que ver el comportamiento humano mostrado cuando se produce una catástrofe en algún lugar del mundo. Terremotos, inundaciones, incendios, naufragios, accidentes aéreos, entre otros, suelen poner de manifiesto una mezcla de comportamientos. Los estudios realizados por varios investigadores (referencias al pie) mediante relatos de testigos presenciales y entrevistas con supervivientes, han analizado por qué algunas personas sobrevivieron a una catástrofe y otras no. Los supervivientes a menudo han informado que vieron a personas aparentemente paralizadas por el miedo e incapaces de moverse, incluso cuando ese movimiento les habría ayudado a sobrevivir.
La inacción ante una amenaza inminente es especialmente preocupante desde el punto de vista de la seguridad aérea. El comportamiento de los pasajeros de las aerolíneas durante los accidentes aéreos mostraron inacción. Estos estudios sugieren que entre el 10 y el 15 por ciento de las personas suelen mostrar este tipo de comportamiento patológico cuando se enfrentan a situaciones que ponen en peligro su vida, y existen ejemplos de la vida real, como el incendio mortal en el vuelo 28M de British Airtours, un vuelo de pasajeros el 22 de agosto de 1985 que despegaba del aeropuerto internacional de Mánchester en Mánchester, Inglaterra en ruta al Aeropuerto Internacional de Corfú en la isla griega de Corfú. Luego de abortar el despegue y activar reversores para efectuar un frenado de emergencia, el avión despejo pista por una calle de rodaje. Una vez detenido el avión, la tripulación descubrió que el motor número uno estaba con fuego. El fuego rápidamente llegó a la cabina de pasajeros, creando humo tóxico y causando la muerte de cincuenta y tres pasajeros y dos tripulantes de cabina, cuarenta y ocho de ellos por inhalación de humo. Setenta y ocho pasajeros y cuatro tripulantes lograron escapar, quince de ellos con lesiones de gravedad. La investigación determinó que hubo inacción pasiva entre los pasajeros.
Esta inacción, que probablemente sea una reacción de estrés agudo ante un estímulo abrumadoramente amenazante, puede deberse a un mecanismo de «congelación» elemental dentro del cerebro, de hecho, un mecanismo de afrontar/defensa que trata de negar la existencia o la gravedad de la amenaza. La inacción también puede ser el resultado del fuerte sobresalto. Experimentos realizados han demostrado que las alteraciones cognitivas y de destreza (es decir, la destreza de manos y pies) podrían durar hasta 30 segundos tras este grado de sobresalto.
Aunque estas reacciones podrían considerarse típicas entre una pequeña fracción de los participantes en una catástrofe no relacionada con la aviación, la gente espera que los pilotos profesionales se enfrenten con competencia y sin problemas a las emergencias críticas para evitar el desastre. Por desgracia, puede que no sea siempre así.
La fiabilidad extremadamente alta de los aviones se ha convertido en la norma, por lo que las conclusiones oficiales tras un accidente aéreo o un incidente grave suelen estar salpicadas de fallos humanos que implican a los pilotos. En algunos accidentes mortales relativamente recientes, las conclusiones mostraron que las tripulaciones de vuelo fallaron en la gestión de los sucesos críticos y no recuperaron el avión. Por lo general, hubo algún retraso en la actuación, o se tomaron medidas incorrectas, lo que agravó el problema.
Aunque los pilotos practican habitualmente fallos de motor, incendios de motor, despresurizaciones y fallos importantes del sistema, los tipos de sucesos críticos que prevalecen en los datos de accidentes recientes se consideran comúnmente como sucesos altamente inusuales. Implicaron situaciones inesperadas en las que los pilotos se vieron muy sorprendidos y/o abrumados. Además, la respuesta al sobresalto severo -o las subsiguientes reacciones de estrés agudo de congelación o negación- se ve a veces exacerbada por la expectativa condicionada de la tripulación de que las cosas nunca vayan mal. Este sentido involuntario de complacencia nace de la normalidad omnipresente en las operaciones de línea, semana tras semana durante largos periodos de tiempo.
Congelación – Paralización – Freezing
La paralización es una reacción de estrés agudo que puede ser un método consciente o subconsciente de hacer frente a un factor de estrés abrumador. Podemos definirlo como: un mecanismo subconsciente de alivio del estrés, o una incredulidad consciente de que el fenómeno está ocurriendo realmente. En general, el «quedarse congelado» consiste en una importante interrupción de los procesos cognitivos normalmente integrados en el cerebro. A veces, las personas afectadas siguen siendo conscientes de lo que ocurre a su alrededor, pero son incapaces de emprender ninguna acción conductual y/o cognitiva participativa.
Esta reacción ha sido relativamente común durante las catástrofes no aéreas y también se ha observado en accidentes aéreos, evacuaciones reales y simuladas. Parece que en la parálisis, los procesos cognitivos necesarios para iniciar la acción se ven superados por una aguda sensación de temor, y la memoria de trabajo se ve consumida por pensamientos irrelevantes sobre el temible resultado. «Paralizado» o «petrificado de miedo» han sido recuerdos comunes de algunas personas que han sobrevivido a estas situaciones críticas.
A diferencia de la negación, que es bastante difícil de cuantificar, la mayoría de las personas están familiarizadas con el concepto de paralización en condiciones de estrés agudo.
Es una respuesta a una amenaza abrumadora en la que, a nivel subconsciente, el cerebro es incapaz de hacer frente a la complejidad y el peligro que presentan las circunstancias repentinas.
Negación
La negación también es un mecanismo para afrontar la situación centrado en las emociones y, al igual que la paralización, es un proceso humano muy básico. Si una persona valora el estímulo como particularmente amenazante, y se invoca implícitamente este mecanismo, entonces el estímulo estresante puede ser simplemente ignorado. La negación también parece tener un propósito estratégico subconsciente.
Aunque esto podría ser problemático cuando situaciones como el deterioro de la meteorología o el estado de la aeronave agravan la amenaza, los factores de estrés más inmediatos -los que conducen a la negación dinámica- suelen ser más preocupantes en los acontecimientos críticos. Así, la negación dinámica podría tener graves implicaciones en los sucesos críticos aéreos debido al cuidadoso análisis y a la resolución lógica de problemas que se requiere.
Resumen – puntos claves
Lidiar con el estrés crónico y a largo plazo: No importa cuánto se intente evitar ciertas situaciones estresantes en vuelo, siempre habrá factores estresantes personales o de otro tipo, algunos fuera de tu control, que te afectarán. Algunos de estos factores estresantes pueden ser crónicos. Los elementos más básicos para hacer frente a estos problemas de estrés crónico son:
- Cuidar las causas físicas del estrés : esto incluye asegurarse de dormir lo suficiente, comer adecuadamente y hacer ejercicio. El hambre y la fatiga son algunos de los factores estresantes más evidentes y sus efectos son bien conocidos. Subir escaleras es una muy buena manera de eliminar el exceso de toxinas en el cuerpo, y nadar ayuda a restablecer el equilibrio del sistema nervioso.
- Capacitación profesional continua: la capacitación garantiza la vigencia y la competencia en todos los procedimientos operativos estándar y de emergencia.
- Interacción social: no es bueno permitir que se acumulen problemas y preocupaciones personales. Comunicarlos con los demás es muy importante ya que ofrece un alivio parcial y también porque las personas pueden ofrecer ayuda y consejos. Recurrir a un psicólogo.
- Carga de trabajo: no te permitas asumir demasiadas tareas y responsabilidades (tanto laborales como no relacionadas con el trabajo) que puedan causar una sobrecarga de trabajo. Es importante aprender a decir “no” cuando se te pide que hagas demasiadas tareas.
Se deben enfatizar los siguientes puntos clave:
- El estrés es una respuesta fisiológica y cognitiva a los factores estresantes que genera alerta.
- En exceso, el estrés provoca una gran cantidad de efectos secundarios, tanto físicos como mentales.
- El estrés es desencadenado por factores estresantes que son situaciones amenazantes/desafiantes inmediatas o problemas de fondo a largo plazo.
- La respuesta a un estresor depende tanto de su intensidad como de la cantidad de tiempo de exposición.
- El estrés puede ser agudo o crónico.
- El estrés crónico puede volverse tan rutinario que perdés la conciencia de su presencia, pero aún tiene sus efectos nocivos
La mejor manera de reducir el estrés es:
- Aprender a reconocer los síntomas.
- Preparar y planificar manteniendo la actualidad y la competencia a través de capacitación regular.
- Cuidarse: alimentación, sueño y ejercicio.
- Mantener la carga de trabajo bajo control, comunicar y pedir ayuda.
Fly safe and enjoy!
Hasta la próxima
Paz y bien – Námaste
Roberto Gómez
rjg@flap152.com
Referencias
- Fritz, C.E., and E.S. Marks. 1974. “The NORC studies of human behaviour in disaster.” Journal of Social Issues 10 (3): 26–41.
- Glass, A.J. 1959. “Psychological aspects of disaster.” JAMA 171: 222–225.
- Leach, J. 2004. ‘“Why People ‘Freeze’ in an Emergency: Temporal and Cognitive Constraints on Survival Responses.” Aviation, Space, and Environmental Medicine 75 (6): 539–542.
- Pathological Reactions. Researchers, explore pilot impairment from severe startle, freezing and denial during unexpected critical events. by Wayne Martin, Patrick Murray and Paul Bates | May 2, 2013