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La psicología de los hábitos y rutinas en la seguridad operacional

Criaturas de hábito: los buenos son tus mejores amigos, los malos son enemigos traicioneros, así que ordena tus hábitos. En el complejo tejido de la vida humana, donde el desorden y la incertidumbre a menudo reinan, las rutinas y los hábitos se elevan como faros de estabilidad. William James, el padre de la psicología moderna, lo expresó de manera elocuente al afirmar que cuanto más caótica es una persona o su entorno, más cruciales son las rutinas para mitigar «la tiranía de los estados de ánimo». James, quien lidiaba con su propia indecisión crónica y desorden, buscaba refugio en «hábitos de orden». Cuando no podía encontrar ese orden, recurrió al cloroformo para conciliar el sueño, un poco extremo el hombre. En una conferencia en 1892, subrayó la importancia de automatizar aspectos de la vida cotidiana para liberar «las facultades superiores de la mente». Este principio de estructura y orden no es exclusivo de James. Franz Kafka (1883-1924), el influyente escritor checo, también tenía sus propias rutinas. Se ejercitaba desnudo frente a una ventana abierta durante diez minutos al atardecer, antes de sumergirse en su escritura. Este ritual, aunque peculiar, le servía como un preludio mental y físico para su labor creativa. Ludwig van Beethoven, (1770-1927) tenía su propio ritual matutino. Al amanecer, preparaba café con una precisión casi obsesiva, contando sesenta granos por taza. Este acto meticuloso no solo le proporcionaba la cafeína necesaria para su día, sino que también servía como una forma de meditación y concentración. Benjamin Franklin, (1706-1790) uno de los padres fundadores de Estados Unidos, llevaba la idea de rutina y hábito a un nivel aún más estructurado. Seguía un programa de 13 semanas dedicado a alcanzar la «perfección moral». Cada semana se centraba en cultivar una virtud específica, como la templanza o la moderación. Franklin creía que dedicar una semana completa a una virtud la convertiría en un hábito arraigado. Estos ejemplos ilustran cómo figuras históricas y genios en sus respectivos campos han utilizado rutinas y hábitos para canalizar su creatividad y disciplina. Aunque sus métodos puedan variar, el principio subyacente es el mismo: la estructuración de la vida a través de rutinas y hábitos puede liberar la mente para enfocarse en tareas más elevadas y significativas. En un mundo a menudo caótico, estos rituales personales sirven como anclas que nos permiten navegar las aguas turbulentas de la existencia humana. Si los grandes genios de la historia pudieran abordar un avión, probablemente se sentirían como en casa con la cantidad de rutinas y procedimientos que los pilotos seguimos. En la aviación, estos principios de rutina y hábito toman un significado aún más crítico. No estamos hablando solo de liberar la mente para la creatividad, sino de garantizar la seguridad en el aire y en tierra. ¿Qué es un hábito? Un hábito es un comportamiento que hemos repetido tantas veces, y en el mismo contexto, que con el tiempo se vuelve automático en nuestro cerebro, generalmente sin la necesidad de pensamiento consciente. Los hábitos se forman a través de la repetición y la recompensa, y una vez establecidos, se activan en respuesta a ciertos desencadenantes o señales en el entorno. Los hábitos son inherentemente emocionales porque están vinculados a una recompensa o un resultado positivo que refuerza el comportamiento. Los hábitos se desencadenan ya sea por nuestro entorno interno o externo. La mayoría de nuestros hábitos son subconscientes. Formamos hábitos porque tomamos decenas de miles de decisiones cada día y si tuviéramos que tomar cada una de ellas de manera consciente, estaríamos cansadísimos. Nuestro cerebro crea hábitos como un medio para conservar energía, así podemos dedicar esos recursos mentales a otras cosas El Profesor Mac Shine de la Universidad de Sydney explicó la estructura neuronal de los hábitos, comparando el cerebro con un restaurante. Imaginemos un escenario: El personal de servicio sería como la corteza cerebral, la capa externa de nuestro cerebro. Cuando reciben tu pedido, lo pasan a la cocina representada por el cerebelo, que se encuentra en la base de nuestro cerebro y tiene aproximadamente la mitad de las neuronas. Entonces, el cerebelo prepara la comida y la envía de regreso al personal de servicio para entregársela al cliente. Imaginen que es el primer día del restaurante: el jefe de cocina va a estar estresado, sin saber quién va a entrar por la puerta o qué van a comer. Pero con el tiempo, empezamos a desarrollar canales y trayectorias en el proceso, lo que hace que el cerebro sea más eficiente. Cuanto más hacemos algo, más fácil se vuelve. Por lo tanto, un hábito en este contexto es el cerebelo y la corteza cerebral aprendiendo cómo equilibrar quién va a hacer qué para que el cerebro funcione de manera efectiva. Ejemplo, cepillarse los dientes después de comer es un hábito que muchas personas tienen. ¿Qué es una rutina? Es un conjunto de acciones o comportamientos que se realizan en un orden específico. A diferencia de los hábitos, las rutinas suelen requerir un nivel más alto de conciencia y deliberación. No están necesariamente vinculadas a una recompensa emocional, sino que a menudo se establecen para lograr un objetivo específico o mantener un cierto nivel de organización y eficiencia. Etimológicamente, la palabra rutina procede del vocablo francés route y este del latín rupta o camino abierto en el bosque, ya que cuando se abre un camino y es recorrido muchas veces se convierte en una ruta, en un camino trillado, en una rutina. Una rutina, por otro lado, es un conjunto de hábitos o acciones que se ejecutan en un orden específico. Las rutinas pueden ser más complejas y abarcar un período de tiempo más largo. Por ejemplo, una rutina matutina podría incluir despertarse, cepillarse los dientes, tomar una ducha y desayunar, todo en un orden específico. La alteración de una rutina de vuelo, como un cambio en los procedimientos en el aterrizaje o una desviación de la ruta planificada, requiere que el piloto haga nuevas predicciones sobre su entorno, recoja información adicional, evalúe todas las

De la Cabina al aprendizaje: Uniendo Safety y Desarrollo Personal

La industria de la aviación enfrenta un momento crucial; los métodos tradicionales de aprendizaje en seguridad ya no bastan. Es vital aprender tanto de fallos como de éxitos. Una fuente invaluable de conocimiento: el aprendizaje derivado de eventos exitosos. Los eventos que salen bien constituyen la mayoría de las operaciones diarias y, por lo tanto, ofrecen una muestra más representativa para el análisis. Al incluir estos eventos en nuestra arquitectura de aprendizaje, podemos: Identificar Buenas Prácticas: Reconocer y entender las estrategias que conducen al éxito. Mitigar Riesgos Ocultos: Al entender mejor las operaciones normales, podemos identificar las condiciones latentes que de otro modo pasarían desapercibidas. Optimizar Recursos: Al entender qué funciona bien, podemos asignar recursos de manera más eficiente. Esta perspectiva no solo mejora nuestra capacidad para identificar y mitigar riesgos, sino que también abre nuevas vías para optimizar la eficiencia y efectividad de las operaciones. En última instancia, una arquitectura de aprendizaje más integral nos permite construir sistemas de aviación más seguros, eficientes y resilientes. Aprendizaje Multinivel: Individual, de Equipo y Organizacional El aprendizaje no es un fenómeno aislado que ocurre solo a nivel individual. Se manifiesta en múltiples niveles dentro de la organización: Aprendizaje Individual: En esta dimensión, el aprendizaje se caracteriza por ser un proceso continuo e implícito, surgiendo directamente de la experiencia. Aprendizaje en Equipo: Aquí, el aprendizaje se convierte en un proceso más formalizado, sujeto a políticas y procedimientos organizacionales, pero sigue estando intrínsecamente vinculado al trabajo real. Aprendizaje Organizacional: El aprendizaje a nivel organizacional generalmente se basa en experiencias generalizadas en lugar de experiencias reales. El resultado suele expresarse en términos de las normas y políticas de la organización. Sin embargo, las organizaciones tienen un rol clave en facilitar el aprendizaje individual y en equipo, que son los motores del aprendizaje organizacional. Es escencial reconocer que el aprendizaje varía entre niveles organizacionales. Estas interdependencias ofrecen insights para entender cómo las organizaciones pueden influir en el aprendizaje y rendimiento del sistema. En el marco de la aviación contemporánea, donde los imperativos de seguridad y eficiencia alcanzan una relevancia sin precedentes, el paradigma integral de aprendizaje se presenta como una necesidad impostergable. Este enfoque integral no solo comprende el aprendizaje derivado de eventos y datos operativos, sino que también se encuentra en sintonía con las perspectivas multidimensionales sobre maestría personal, tal como las expone Joshua Waitzkin en su obra «El Arte del Aprendizaje» (Waitzkin, 2007) donde aborda el concepto de “Maestría” como un estado de excelencia y dominio en un campo o disciplina particular, en este caso lo aplicaremos al pilotaje. No se trata simplemente de ser bueno en algo, sino de alcanzar un nivel de competencia que va más allá de lo ordinario. Waitzkin argumenta que la maestría es el resultado de un proceso continuo de aprendizaje, adaptación y crecimiento personal. Aboga por una mentalidad de crecimiento y la importancia de aprender tanto de los éxitos como de los fracasos, la aviación moderna requiere un enfoque de aprendizaje que sea igualmente dinámico y adaptativo, capaz de responder a un entorno complejo y en constante cambio. Asimismo, la idea de maestría personal encuentra su paralelo en la necesidad de un aprendizaje continuo en las organizaciones de aviación. La maestría no es un destino, sino un proceso continuo de adaptación y mejora. En la aviación, esto se traduce en una formación continua que va más allá de la mera prevención de errores y se adentra en el territorio de la optimización y la excelencia. Al fomentar una cultura de aprendizaje que valora tanto el análisis riguroso de los datos como la intuición y la adaptabilidad humanas, se puede lograr una visón más integral y efectiva para garantizar la seguridad y la eficiencia en la aviación del siglo XXI. Waitzkin articula una perspectiva sofisticada sobre el aprendizaje personal, que merece un análisis detenido. Identifica dos paradigmas predominantes en la aproximación al aprendizaje: el incremental y el de entidad. El paradigma incremental postula que la habilidad es maleable y puede ser desarrollada a través del esfuerzo sostenido. Contrariamente, el paradigma de entidad sostiene que la habilidad es una característica estática e inmutable. Waitzkin argumenta persuasivamente que una mentalidad incremental, aunque pueda requerir una suspensión temporal del escepticismo, es más propicia para el desarrollo personal. Esta mentalidad fomenta una concentración en el proceso, lo que a su vez revela áreas para la mejora continua. Paradigmas del aprendizaje incremental y de entidad. Los paradigmas del aprendizaje incremental y de entidad son conceptos que se originan en la psicología del desarrollo y la educación, y se aplican a cómo las personas ven su propia capacidad para aprender y mejorar. Estos paradigmas también son relevantes en el ámbito de la aviación, un campo que requiere un alto grado de competencia técnica, toma de decisiones rápidas y habilidades interpersonales. Paradigma Incremental (Mentalidad de Crecimiento) En el paradigma incremental, las personas creen que sus habilidades pueden desarrollarse a través del esfuerzo, la práctica y la perseverancia. En la aviación, esta mentalidad es vital para el entrenamiento continuo y la adaptación a nuevas tecnologías o procedimientos. Los pilotos, u otros profesionales de la aviación, con una mentalidad de crecimiento están más abiertos a recibir retroalimentación constructiva y son más propensos a ver los errores como oportunidades para aprender y mejorar. Paradigma de Entidad (Mentalidad Fija) Por otro lado, en el paradigma de entidad, las personas creen que sus habilidades son innatas y fijas, lo que significa que no pueden cambiar significativamente con el tiempo. En el contexto de la aviación, esta mentalidad puede ser peligrosa. Por ejemplo, un piloto que cree que ya «lo sabe todo» (seguramente no conces ninguno) puede ignorar nuevos procedimientos de seguridad o desestimar la importancia de la formación continua, lo que podría resultar en errores o incluso en accidentes. Waitzkin postula que las adversidades son, en efecto, catalizadores para el crecimiento personal. En lugar de esquivar los desafíos, aboga por enfrentarlos de manera proactiva. Este enfrentamiento consciente con las dificultades conduce a un estado de «flujo» que es óptimo para

La percepción del riesgo

En las últimas semanas hubo accidentes que fueron de notoriedad pública, con videos y fotos circulando en medios de comunicación, como la imagen principal que ilustra esta nota. Pilotos que estaban realizando vuelos a baja altura y que colisionaron con antenas, otros realizaron vuelos poniendo en grave riesgo no solo su propia vida sino la de terceros. Terminando de escribir esta nota se suma el accidente en el festival aéreo en Dallas, EE.UU. por lo que este artículo está más que justificado: la percepción del riesgo.

Motivación en el proceso de instrucción

La formación es un proceso en el que los conocimientos y las habilidades se unen para formar una experiencia que puede ser almacenada como una acción y reacción casi automática. En el proceso de formación, la motivación es crucial porque un alumno piloto muy motivado suele progresar más rápidamente y sin problemas.

Cómo el auto-conocimiento puede potenciar tu liderazgo: la importancia de la química del bienestar en la toma de decisiones

Aunque existen numerosas definiciones del término liderazgo, podemos convenir que involucra un proceso de influencia social mediante el cual una persona dirige o facilita a los miembros de un grupo hacia un objetivo común. El liderazgo es el más importante de todos los factores que influyen en el trabajo en equipo. Hay muchos casos en la literatura de aviación de accidentes en los que el liderazgo del capitán fue un factor contribuyente significativo. A lo largo del tiempo, las teorías sobre el concepto de liderazgo afirmaban que se trataba de una capacidad innata de las personas, es decir, que se nacía siendo líder. Sin embargo, las investigaciones han ido evolucionando con el tiempo y, en la actualidad, ratifican que el líder no nace, sino que se hace. De ahí la importancia de considerar que todo líder comienza su liderazgo, cuando se conoce así mismo e identifica sus talentos, conocimientos, habilidades y actitudes y los logra potencializar en su desarrollo personal y profesional. Aquel líder que se conoce a sí mismo genera confianza y empatía a su grupo de seguidores y a su propia organización. Nuestro código genético nos ha programado desde el origen con un eficaz y poderoso sistema de incentivos que nos recompensa por mantenernos vivos, no solo en lo personal, sino a los que nos rodean, cuidándonos con sustancias químicas que nos aportan bienestar cuando actuamos alineados con este objetivo fundamental: La supervivencia. Luego de miles de años de evolución como especie, somos completa y absolutamente dependientes de esta química que ya es una parte esencial de nuestras vidas, no al modo que entendía la química nuestro amigo de Albuquerque, Nuevo México, un tal Heisenberg en Breaking Bad. No, así no, de otra forma y más sano obviamente. De todas las hormonas y neurotransmisores que existen, hay cuatro elementos básicos que contribuyen decisivamente a nuestros sentimientos positivos y que genéricamente llamamos ‘felicidad’: endorfinas, dopamina, serotonina y oxitocina (EDSO).  Cuando experimentamos una sensación de satisfacción o de alegría, seguramente una o varias de estas hormonas estarán circulando por nuestro torrente sanguíneo aunque, en realidad, no existen para hacernos sentir bien, sino que cada una de ellas contribuye a otro propósito mucho más práctico, vital y básico del ser humano: la supervivencia de la especie. Cuando nuestros ancestros prehistóricos tenía que salir a cazar para poder comer (no se planteaban ser vegetariano, vegano, lacto-ovo-vegetariano, lacto-vegetariano, ovo-vegetariano, pesco-vegetariano,  frutarianismo, naturista, etc. solo se trataba de morfar), si no cazaba no comía,  sino comía se moría y si sucedía esto el resultado era desaparecer como especie. Para que no ocurra tan trágico destino, generalmente, pasaba largas jornadas de persecución hasta que cazaba a su presa, y cuando se encontraba extenuado para poder continuar, se incentivaba, se «daba», con un golpe de endorfinas que le hacía sentir placer en el dolor de haber corrido horas, obviamente no era consciente de ello.   Las endorfinas nos aportan el impulso necesario para seguir adelante cuando estamos agobiados. Nuestra capacidad de trabajar y perseverar en el esfuerzo se debe a las endorfinas y nuestro talento para concentrarnos en la tarea hasta alcanzar las metas y objetivos propuestos, al poder motivador de la dopamina. Aquí debemos marcar una diferencia entre la querida dopamina y la serotonina que veremos párrafos más adelante. La dopamina nos proporciona placer, pero es adictiva, es de corto plazo (una comida), visceral, (se siente en el cuerpo), incita a tomar (Tomar como asir, dinero por ejemplo) generalmente la dopamina se experimenta solo (un helado, una copa de vino) hace que nuestro cerebro «diga» ¡quiero más!, y muchas veces el quiero más desencadena en una adicción. Por lo tanto la dopamina está bien en un determinado contexto y situación. Mucha dopamina puede terminar mal.  Las Vías dopaminérgicas las podemos ubicar en nuestro cerebro: Comienza en el área tegmental ventral y finaliza en el Núcleo Accumbens; son por donde circula nuestro sistema de recompensas.  Sistema de recompensa: Formado por un conjunto de estructuras en el cerebro, responsables de generar la sensación subjetiva de placer y la obtención de la recompensa. Tiene el objetivo de conseguir que el individuo quiera repetir una serie de comportamientos para asegurar la supervivencia. El ser humano, desde sus orígenes, es un individuo pero también es miembro de un grupo, es decir, un ser social que convive con la tribu. Las decisiones que toma no solo le afectan a si mismo sino también a otros en colaboración con ellos para sobrevivir, nuestro hombre de Neandertal habrá pensado en Baglietto «Sólo se trata de vivir, esa es la historia (..) con la idiotez y la locura de todos los días, a lo mejor resulta bien «. A nuestra especie le resultó bien, por ahora claro está. En definitiva lo que nos hace esencialmente diferentes como especie es nuestra capacidad para colaborar y trabajar en equipo (entre otras cuestiones), lo que nos ha permitido progresar y adaptarnos a cualquier entorno. No somos suficientemente fuertes como para sobrevivir solos y mucho menos para evolucionar, así es que otro aporte químico para aplicar y desarrollar capacidades sociales imprescindibles para nuestra supervivencia: la serotonina y la oxitocina, sin efecto tan inmediato como las dos anteriores (endorfinas y dopamina) pero sus beneficios duran más tiempo. Somos seres sociales en consecuencia no solo queremos sino que necesitamos la aprobación y el reconocimiento de los demás. Muy consiente de ello los amigos de Facebook instalaron el botón de «Like» «me gusta» altamente necesario para alimentar nuestras ansias de aprobación. La cantidad de «Me gusta» puede servir como medida de popularidad de una persona. (Podríamos decir que el «me gusta» es el origen de los «influencers», una especie de alienígenas que no analizaremos en este momento). Un buen ejemplo de la necesidad de aprobación es el primer episodio de la tercera temporada de Black Mirror, recomendable. El episodio se llama «Caída en picada» o «Nosedive» y muestra un mundo distópico donde el acceso a ciertos bienes o servicios viene dado por el puntaje obtenido a través de una aplicación. Se muestra un uso radicalizado del «Me gusta» como juicio hacia las acciones de los otros. Interesante.